Hace dos días Guillermo Chico, editor de la Esfera de los Libros, me entregó la nueva criatura. Ha salido bien de peso, bastante bien de peso diría, aunque con unas dimensiones compactas, gracias a que en la Esfera utilizan papel de alta calidad. El diseño de cubierta de Manuel Calderón me parece magnífico, con colores cálidos, un toque clásico-jónico y unas llamas que sugieren pasión. Pero, sobre todo, me gustan las páginas a color interiores. Aparte de los mapas del propio Manuel, que parecen auténticos murales, hay fotografías de gran calidad y varias ilustraciones de ese genio que es Peter Connolly. Mis favoritas son la de la batalla de Salamina y la subida de la procesión de las Panateneas al Partenón. Gracias a Connolly, parece que el mundo clásico cobra vida y que uno se transporta a la antigua Atenas en una máquina del tiempo. Por supuesto, tengo todos sus libros, como podéis suponer: ya he comentado más de una vez que, como novelista, nunca dejo de buscar imágenes que me inspiren. Sobre todo cuando escribo acerca del pasado. Seguro que esas ilustraciones, y las demás, también os gustarán.
Del texto qué voy a decir, si lo he escrito yo. A pesar de que debería sabérmelo de memoria, no he podido evitar caer en el mismo ritual que llevo a cabo cada vez que recibo uno de mis libros: leérmelo de nuevo. Y comprobar que, pese a las múltiples revisiones mías, de amigos, de editores… hay algunas erratas que se han colado al final. ¿No será que justo en el momento en que la tinta se fija sobre el papel se produce un instante de incertidumbre cuántica y el este se convierte en oeste, o viceversa? Exactamente en la página 204, hablando de Esparta, escribo: “[…] al oeste se levanta el Parnón, cuyas cumbres más altas llegan casi a los 2.000 metros, y al este el imponente Taigeto…”. Justo al revés.
No es tan raro en mí, que he pasado de rosca más de un tornillo por apretarlo creyendo que lo aflojaba. Lo extraño es que lo haya visto tantísimas veces en la pantalla del ordenador, en el PDF y en las galeradas impresas sin que me choque…, y que de pronto me salte a la vista cuando el libro ya está impreso y encuadernado.
Son misterios de la literatura…
En fin, las erratas que he encontrado son muy escasas —gracias sobre todo al equipo editorial de la Esfera: los escritores llegamos a «encebollarnos» tanto con nuestro texto que casi dejamos de verlo—, y ya las he marcado para futuras reediciones. Como veis soy un tipo optimista: pensando en una reedición en plena crisis.
Como suele suceder cuando uno publica un libro, estoy deseando recibir la realimentación de los lectores (y temiéndolo un poco también, lo reconozco). Tengo la esperanza de que el libro guste por una razón muy sencilla: trata de un tema, la historia de Grecia, que me apasiona. Y cuando un escritor disfruta de lo que hace, eso suele notarse… para bien.
En mi próxima entrada os hablaré de mi reciente viaje a la isla de Tera, a cuyo volcán y su gigantesca erupción dedico unas cuantas páginas en La gran aventura de los griegos. Hasta entonces, un saludo.
Javier Negrete